La falta de profundidad en el contenido que se divulga en estos tiempos lleva a debates sobre qué tanto influye esto en el desarrollo del conocimiento de las nuevas audiencias, trayendo a colación una polémica nada nueva sobre la delgada línea que existe entre informar, educar y entretener.
La atención de los nuevos públicos es lo que ocupa la mayor parte de las estrategias de comunicación hoy en día. El consumo ligero de contenidos, abundante oferta de mensajes y la poca atención que manejan las audiencias, crean un coctel de vicios que reta a los discursos de marcas y compañías.
Vicios que se enmarcan en horarios, experiencias, emociones, gustos e intereses. La oportunidad del mensaje determina el momento justo en que debe hacerse llegar el lanzamiento de una campaña, una noticia o eslogan corporativo. Y es en esta suma de etapas y sensaciones que se debe hablar de las dosis de contenidos, dosis de mensajes, dosis de discursos… es decir, el mensaje final puede ser profundo, la gente puede aprender gracias a su marca, solo que vaya diciéndole las cosas de a poquito, de tal forma, que cuando vea la totalidad de su discurso en redes sociales y espacios web, entienda su concepto, sus intereses, su diferenciador.
Me gusta decirle contenido Hansel y Gretel porque va llevando de a poco a los públicos a comprender la profundidad de un mensaje, solo que a partir de la emoción que envuelve a cada etapa de este: aquí juegan la selección de formatos, de narrativas, estéticas, frases, personajes y teorías que acompañan a una información.
Se lleva de a poco a las audiencias a comprender el objetivo que se busca. Y para esto, desde la generación de contenidos, los editores deben estar en capacidad de crear etapas temáticas que se vayan ligando a un propósito final. Determinar los tiempos de desarrollo, los formatos que van a captar la atención de ciertos perfiles de audiencias, la selección de frases, párrafos e imágenes que al verse en un todo, en conjunto, van a permitir entender «a profundidad» el tema que usted quiere desarrollar.
Las marcas, al convertirse en medios de comunicación, se ven envueltas en un cambio de estrategia, al dejar que productos, como lo es un informe de gestión o un portafolio de servicios, se transformen en diversas narrativas que traducen, según públicos de interés y perfiles de audiencia, los resultados a comunicar. Y en caso tal, de ver todo el universo de contenidos, el usuario pueda encontrarse con un material serio y riguroso que valide a la marca.
La atención en los públicos muchas veces es determinada por la oportunidad (momento del día con la rutina adecuada), horarios de consumo y, los más que obvios, intereses. Esto hace que el discurso se divida y distribuya en alguna de esas dinámicas, espacios de atención que desarrollarán un mensaje final, que tuvo en cuenta las emociones y los recursos de interacción adecuados para cautivar a las audiencias.
Lo importante es que la analogía con Hansel y Gretel solo se cumpla en descubrir la casa de dulces y no en la decepción de encontrarse con la bruja, esta última representada en una mala estrategia de marketing de contenidos, con una experiencia más que predecible.
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