Cliente, enamóreme…

En el negocio creativo lo común es que se hable de la necesidad que se tiene de cautivar al cliente con una idea; pero creo que muchos estarán de acuerdo conmigo, en que hay una parte del proceso, especialmente cuando este comunica sus intenciones, donde se hace necesario su entusiasmo de cara al proyecto.

He tenido la oportunidad de escuchar ideas desde el tedio de quien anhela salir de la oficina siendo apenas las 8:00 de la mañana, hasta el que hace acelerar el corazón y empelicularse con las próximas actividades que vendrán tras cada ejecución.

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La pasión se contagia, el amor por lo que se hace enamora. Odiar lo que se hace, por el contrario, energiza las actividades de una densa capa de desasosiego que termina contagiando los procesos y casi siempre se logra «hacer el trabajo». Con la otra versión, en cambio, se superan expectativas como respuesta más que lógica.

En este juego creativo las ganas dan un primer paso, casi siempre en la reunión donde se comunican las ideas, algo pasa en ese espacio que determina mucho, por lo menos para mí, de lo que saldrá como propuesta.

Los clientes a veces no alcanzan a imaginar las percepciones del proyecto que logran transmitir a un equipo de creativos. Y no tiene nada que ver con que la tarea sea fácil o no,  creo que cuando hay ánimo, las ideas surgen como parte de ese sentimiento, todo fluye hacia una dirección donde todos están conectados para ver los mejores resultados.

Si cada eslabón de la cadena creativa de un proyecto fuera consciente de la importancia del querer hacer las cosas lo mejor posible, contagiaría a cada parte de ese propósito común, cumpliendo cada uno, desde su rol, un objetivo más que claro: cautivar audiencias, posicionar marca, conectarse con el entorno, identificar tendencias, y tal vez la más importante; evolucionar la idea inicial.

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Siendo coherentes con el entorno digital, donde se confabulan redes de conocimiento, intereses, perfiles y objetivos; desde la comunicación de una idea, cada actor involucrado puede cautivar a sus públicos directos, por ejemplo: el gerente tiene claras las estrategias, su director de comunicaciones los canales con la fortaleza suficiente para mantener el discurso, el equipo de marketing las fases por las que debe pasar para lograr feedback, el editor de medios el impacto de los múltiples mensajes que debe lograrse. Miren que cada uno debe escalar su mirada hacia el campo de acción del otro; y está en manos de cada uno, encontrarle el valor a los perfiles del equipo.

 El periodismo me ha aportado la empatía como recurso, no solo para lo narrativo, sino de relacionamiento con los clientes. Sé que cada uno responde a unas demandas internas, muchas veces con personajes y roles, con los que nunca se tiene contacto; pero es justo en ese «ponerse en los zapatos» del cliente, desde su rol, donde puede estar el mayor secreto para encontrar la afinidad con él. Las percepciones cambian, la comprensión se convierte en la base tras cada etapa del proceso. No hay nada mejor que cuando un cliente no solo siente que se le cumple con un servicio sino que termina aprendiendo del desarrollo de los contenidos.

La tecnología no puede opacar la experiencia más simple y al tiempo más enriquecedora de los negocios; se hace entre personas. El sentido de humanidad debe permear cada etapa del proceso, así es como realmente se escalan saberes, y se fortalecen relaciones.

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