Es divertido cuando alguien en el equipo menciona una idea que parece acertada, que encanta, pero que al momento de pensar en el juicio moral extremo, cae por su propio peso. Nacen de inmediato los pesares por dejar de lado una «buena idea» de cuenta de algunos que suelen organizarse muy bien en pro de destacar su peso moral con un clic.
Más que discutir o sentir pesar, o indignarse por estas nuevas dinámicas de la opinión colectiva, es válido asumir que ya hace parte de las tareas de un editor de contenido, tener en cuenta las reacciones e interpretaciones de todos los públicos posibles; aquí suelen verse comprometidos el entendimiento de la ironía, el humor negro, el «reír para no llorar» (suele pasar con la actualidad política) pero que al fin de cuentas, cuando se abordan contenidos para marcas, el tema reputacional puede estar en juego.
Lo primero, como todo en periodismo, es desarrollar la empatía, comprender el contexto de quienes pueden verse envueltos en el dilema de la indignación: hay que comprender que las plataformas sociales lograron que la percepción de pertenecer a un gran colectivo, ser apoyado, seguido y admirado trabaja directamente con el ego. Aspecto que potencia la necesidad de verse líder ante una opinión que puede hacerle ver como promotor del deber ser social; es un reconocimiento que es atractivo para el ser humano que encuentra una dinámica que le satisface en sus redes tribales, es decir, aquellas que lo hacen ver como persona activa dentro de una serie de perfiles que pueden compartir sus mismos gustos y percepciones sobre la vida «correcta». Si no me cree, puede recordarme cada vez que analice el número de «Me gusta» en su última publicación.
El asunto acá no es juzgar sino comprender. Todos somos marca en redes sociales, todos subimos contenido para ser expuesto, para vender una visión que se tiene sobre cierto hecho, momento, sentimiento o situación. La documentación de las vidas ya no es algo nuevo, existe y punto. Lo nuevo aquí es la comprensión de tantas miradas que se contrastan y a veces se encuentran en un mismo escenario con múltiples criterios y contextos morales; el mejor ejemplo se da al leer los comentarios de noticias que implican una opinión pública, para ver como se desarrollan y florecen las distintas miradas y percepciones que parecen estar bien sustentadas por cada uno de sus autores.
Este es tal vez el mejor escenario para que un editor de contenido conozca a su público y determine la calidad de su audiencia según sus intereses, y es justo acá donde tal vez se pone en jaque la inversión en Ads y SEM limitándose a las palabras claves que envuelven al negocio de una marca desde sus productos y servicios. Siempre se deben incluir en el paquete conceptos emocionales, que puedan atraer al público que realmente le interesa… en caso tal de que haya una crisis, si usted construyó una buena comunidad, consecuente con su mirada como marca, ella misma se encargará de defenderle.
Los indignados son una consecuencia de las dinámicas sociales cada vez más publicitadas y desarrolladas en contenidos que aluden al sentimiento, a la percepción del mundo desde el amor, el odio, la compasión… esta última cada vez más extinta en los comentarios sobre temas que impliquen una concepción social y no individual; pero esto es otra tela para cortar.
El editor de contenido participa de la etapa de idear temas, formatos, enfoques. Hace seguimiento del impacto con métricas y acciones propias de la vida en Internet, pero la comprensión emocional sigue en pañales para los grandes software de análisis de contenido, aún les queda difícil, por ejemplo, comprender la ironía, el doble sentido; digamos que sigue siendo papel del editor hacer ese tipo de rastreos para descifrar a su público, conocerlo y proponerle ese contenido que le hará revelar su mirada del mundo con un tweet o comentario.
Recuerden que pueden visitar mi último podcast 😉
Un comentario sobre “Los indignados son parte del contenido, no se indigne por eso”