«Mucha información, das mucha información» grita el gurú, ¿quieres que sepan tanto de ti?, cuestiona. Haces bulla de tu vida pero no cuentas tu realidad, eres solo una sumatoria de momentos que te desdibujan, contéstame bien, tómate el tiempo y piensa… ¿Quién eres?
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Este diálogo se da después de analizar datos, la audiencia de una marca es como una persona: se enamora, se apasiona, se siente triste, es eufórica, pasiva, guarda silencio, tiene gustos musicales para sus estados de ánimo. La estadística arroja patrones de conducta, se prende el bombillo creativo de los discursos, se analizan los pros y contras, se crean las piezas, los contenidos que tal vez pasen de largo el acto monótono, inerte del scroll.
«¿Quién eres?» es una pregunta tan profunda que su corta extensión no le hace justicia.
Los filtros, encuadres, textos, personajes, transmisiones en vivo; parecen reflejar solo una rebanada del pastel, un instante de lo que realmente pasa… y por eso cuando se generan contenidos es válido preguntarse si responder a la tendencia tal vez sea una forma de aportar a los espejismos que se suman como patrones de conducta aceptable.
- «Estás existencial»
- Sí
Últimamete con cada proyecto que llega desde Agencia El Grifo, me hago la pegunta sobre la responsabilidad del discurso que vamos a crear, sea para públicos internos de una compañía o usuarios externos ávidos de buenas nuevas para acompañar su día. Y lo extraño es que cuando lo menciono a muchos les parece raro, están bajo el designio de «solo crea, y crea algo exitoso, que cautive» pero me es inevitable preguntarme si ante la ausencia de contacto real estamos creando el escenario propicio para dejar de mirarnos a los ojos, y entregarle las emociones al tiempo de descarga o a la velocidad con que se obtienen los «Likes».
El código migró de las plataformas a la interpretación de los momentos y las relaciones de las personas (ya no quiero decir usuarios, sorry) con sus pantallas. Lo paradójico de todo esto es precisamente que quienes hacen inmersión en la pantalla personal, quienes consumen los contenidos y les dan el carácter de exitosos tras aportar a una estadística, son los mismos que piden a gritos que les cuenten la realidad, y que la variación de esta solo sea marcada por la elección emocional que le dé atributos y que quede en la memoria de un «Compartir», tal vez el término que más se ha resignificado en los últimos tiempos.
Me gusta observar el momento real de la persona y su relación estable con el móvil. Me refiero a hurgar en sus facciones, en lo absorta de su mirada frente a la luz de la pantalla, a observar a quien le acompaña físicamente, puede que en la misma actitud o resignado al momento de no contacto, que suele rescatarse cuando le es permitido ver el contenido que hace ajeno al otro, al compartírselo desde su propia pantalla. Este acto, para mí, debería entrar en los índices de éxito, pero es imposible medirlo más allá de estar presentes, es imposible porque ahí el contacto es real.
En mis clases siempre digo, casi como fórmula para evaluar si un contenido pega o no, «todos somos usuarios», pero últimamente me provoca asegurar «recordemos que todos somos personas» y este es tal vez el recurso más efectivo para sacar la inspiración suficiente que lleve a querer estar en contacto y no solo limitarnos a mirar cómo pasa la vida por un timeline.